Siempre atribuimos las arrugas a signos de edad. No es para menos, los medios de comunicación se han encargado de contarnos que son signos del envejecimiento y que además si las tienes, estarías incurriendo a uno de los nuevos pecados más grandes que es “envejecer” (si no me creen, lean este gran artículo que explica un poco más el tema: www.sinembargo.com). Sin embargo, yo sigo invitando a que veamos las arrugas no como ese proceso estético que ocurre en nuestro rostro, sino que integremos las diferentes áreas del ser humano en un UNO.
¿Qué quiero decir con esto? Que nuestro cuerpo dialoga con nosotros y nuestro entorno, nuestra cara habla, las enfermedades gritan, las expresiones exclaman y a veces – sí, sólo a veces- las palabras susurran al aire. Lo malo de todo esto, es que a veces estamos más ocupados tratando de escuchar al mundo que nos perdemos de entender lo que nuestro cuerpo en general nos estaba diciendo.
¡Justo eso son las arrugas! Un lenguaje emocional que nos va marcando el camino que tenemos que trabajar a nivel interno para no desperdiciar la lección y seguir avanzando. Nos grita el “date cuenta” y sobre todo capitaliza la experiencia porque claro que todas ellas van dejando huellas y sólo si tu quieres, un gran aprendizaje. Son marcas de guerra, tu historia, tu pasado, tus heridas, tus victorias… En verdad ¿las quieres borrar?
Ahora OJO. Existen arrugas que son recordatorios y esas se aplauden, se valoran y se agradecen. Hay otras que no es porque sean malas, simplemente hay que poner atención en el mensaje que están diciendo para trabajarlas. Recuerda que después de los 50 tenemos la cara que merecemos. ¿Qué estás haciendo hoy para que sea la que realmente quieres?
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Por favor quiero ver si es posible que me mandes la manteleta de la que hablaron hoy gracias